Arquitectura neonómada. Neonómadas moradores del umbral
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Arquitectura neonómada. Neonómdas urbanos

Neonómadas urbanos. Los moradores del umbral

Con el nacimiento de la Era de la Información, los patrones nómadas han cambiado, expendiéndose una arquitectura neonómada influenciada por la expansión de la globalización e íntimamente relacionado con el avance del medio digital. Los neonómadas urbanos son individuos que, ayudados por el medio digital, disfrutan de una forma de vida que les permite estar en constante desplazamiento por el mundo, trasladándose de una ciudad a otra, sin asentarse en ninguna durante un tiempo prolongado, convirtiéndose en una anomalía dentro de unas ciudades concebidas para la vida sedentaria. Dilatando la frontera legal y defendiendo una visión cosmopolita del mundo, los neonómadas se oponen a cualquier tipo de nacionalismo, tratando de reforzar la idea de aldea global, en la que se abolen las fronteras para lograr la libre circulación de las personas por el territorio, guiados por una serie de fuerzas de atracción y repulsión propias de las ciudades globales.

 

http://displacementsjournal.com/

 

 

A pesar de que en la mayoría de territorios la frontera que divide lo legal de lo ilegal se encuentra completamente definida en las constituciones de los numerosos países soberanos repartidos por el mundo, existen diferentes procedimientos para eludirlas, convirtiendo lo ilegal -que es contra ley-, en alegal -no regulado ni prohibido-. Distribuir nuestra vida en diferentes territorios y permanecer en una especie de perpetuo desplazamiento por el mundo puede ser uno de los procedimientos más eficaces para lograrlo.

Al repartir los pilares fundamentales de la vida en múltiples territorios y utilizar el desplazamiento físico continuo entre diferentes estados soberanos, regidos por constituciones y leyes diferentes, se produce una considerable dilatación de la legalidad, complejizando las relaciones entre las partes. Para lograr una distribución óptima de los aspectos considerados más importantes para la vida, se deben poseer al menos dos nacionalidades, establecer la residencia oficial en un tercer país, poseer un negocio en otro, guardar los activos en un quinto territorio, y vivir el día a día desplazándose entre otros 3 países distintos a los anteriores. Para la elección de cada territorio, el aspecto más importante a considerar es que las leyes del país donde se ubique cada parte sean las más favorables para cada una, de manera completamente individual y aislada del resto. En este sentido la doble nacionalidad debe permitir el acceso a la mayor cantidad de países posibles sin necesidad de visado, para  tener la posibilidad de utilizar indistintamente el pasaporte más conveniente en cada ocasión, la residencia oficial se puede establecer en un país que ejerza poco control sobre sus habitantes y que no cobre excesivos impuestos sobre bienes inmuebles, el negocio debería funcionar en la medida de lo posible a través de internet, cuyo servidor se encuentre ubicado en un país donde las leyes aplicables a los negocios en el ciberespacio sean bastante flexibles, siempre que permita un sistema de transmisión de pagos favorable, y los activos pueden depositarse en una cuenta offshore ([1]), de manera que sea posible gestionarlos de manera anónima por poder. ([2])

Una vez repartidos los pilares básicos más comunes para vivir dentro de la normalidad entre los diferentes territorios, permanecer en perpetuo desplazamiento por otros países distintos a los anteriores, de manera que todos los gobiernos consideren a ese individuo como un turista, una persona de paso, puede provocar una verdadera brecha legal en la que se utiliza el desplazamiento de la corporeidad física del individuo como un arma desestabilizante que logra la dilatación del marco de la legalidad. La dificultad que conlleva los complejos cruces de datos entre los distintos gobiernos en los que se distribuye la vida de un individuo que opta por este modo de vida, provoca que en muchas ocasiones no puedan ser rastreados o controlados, permitiendo tener un mayor grado de libertad que un individuo que establece toda su vida (nacionalidad, residencia, negocio, activos, y situación física) en un solo territorio, ya que es mucho más fácil, para el sistema Estado, controlar y vigilar aquello que no se escapa de sus dominios.

Por este motivo el Estado moderno trata de inmovilizar al máximo a sus ciudadanos, considerando contraproducente un modo de vida en perpetuo desplazamiento, ya que es más difícil de vigilar para el sofisticado panóptico moderno, donde todo debe esclarecerse y ser controlado. Sin embargo no puede prohibir ciertos derechos básicos, y es a través de estos axiomas que entran dentro de la legalidad, que los individuos pueden transformar el espacio estriado del Estado -codificado por leyes e instituciones que determinan unas normas establecidas de obligado cumplimiento- en un espacio agujereado, a través del cual ciertas anomalías asumibles por el sistema Estado se escapan a su control ([3]). Esta perforación del espacio permite a las anomalías inventar alternativas legales que no entran en la ilegalidad del espacio estriado, sino que se encuentran en la alegalidad ya que simplemente no son concebidas por los gobiernos.

Sin embargo, la teórica libertad de movimiento establecida en el artículo 13º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por la cual toda persona tiene derecho a moverse libremente por el mundo, ya sea en calidad de turista, para hacer negocios, para residir de manera legal o para trabajar en cualquier país diferente al suyo, se encuentra considerablemente restringida por más de un tercio de los estados del mundo, según un estudio de la ONG ‘Freedom House’ ([4]). A pesar de que el mundo está cada vez más unido, gracias a la libre circulación que ha supuesto la globalización, el ámbito de la circulación de las personas ha sido una excepción en este sentido. Algunas de sus principales modalidades están siendo anuladas mediante controles fronterizos y largos procesos diplomáticos para obtener permisos laborales o establecimientos indefinidos en otros territorios. En pleno siglo XXI la libertad de circulación es la excepción; la regulación y la restricción, la norma.

Lo cierto es que esta libre circulación de personas se permite de una manera más turística que permanente. Se han abierto una gran cantidad de fronteras en el mundo para circular entre países que han firmado un convenio de libre tránsito, pero de una manera temporal, pudiendo permanecer en el territorio si se tiene un pasaporte en vigor, sin necesidad de visado, siempre que se cumplan una serie de requisitos. Por ello, para lograr un perpetuo desplazamiento por diferentes países, de manera que todos consideren que dicho individuo es una persona de paso, se debe disponer de varios pasaportes, alternando uno u otro en función de los días de permanencia que le permita residir como turista cada uno en los diferentes destinos.

Este modelo de vida, que se ha potenciado tras el nacimiento de la ‘Era de la Información’, a partir de que el flujo de la información se volviera más rápido que el movimiento físico, se ha visto favorecido por la expansión de la cuarta gran etapa de la globalización y está íntimamente relacionado con el desarrollo tecnológico del medio digital, suponiendo un modelo de arquitectura neonómada, a través de una concepción cosmopolita del mundo.

Las fronteras han tenido tradicionalmente, especialmente desde el tratado de Westfalia en 1648, una doble función: la de materializar el límite territorial nacional, determinando físicamente la superficie donde cada Estado ejerce su soberanía, y la de función protectora, controlando el flujo de entrada y salida de las personas. Su función es la doble tarea de separar hacia fuera e integrar hacia adentro. Ambas tareas fueron históricamente desarrolladas apelando a la violencia estatal como instrumento de pacificación, disolviendo las diferencias al interior y alejándolas en el exterior, con el objetivo de poder afirmar la existencia de un interior pacífico e igualitario mientras todo lo distinto y amenazante queda en el exterior. Sin embargo el proceso de globalización en el que nos encontramos inmersos parece estar desdibujando las fronteras tradicionales de los estados nacionales mediante la apertura de los mercados y la revolución científico-tecnológica que se está desarrollando en el ámbito de las comunicaciones a escala planetaria, aunque en realidad no se trata de una disolución de los límites nacionales, sino una transformación de los mismos. En la actualidad la presencia de las fronteras tradicionales como medios de separación entre distintos estados nacionales está siendo ampliamente cuestionada, ya no pueden ser concebidas como una fortaleza, a pesar de la neurótica vigilancia que algunos países ejercen sobre ella. El uso generalizado del avión como medio de transporte para los desplazamientos internacionales ha provocado que las funciones de las fronteras se hayan trasladado a territorios de tránsito que están situados en el interior del propio territorio nacional, desplazándose de los límites geográficos nacionales a los no-lugares ([5]), como los aeropuertos, estaciones y demás espacios de intercambio, donde se concentran la mayoría de controles fronterizos.

La globalización y el cosmopolitismo son conceptos complementarios y sinérgicos. Mediante el auge de la globalización hemos asistido a la expansión de las interacciones entre todos los países en temas comerciales, económicos y productivos, pero aún no nos atrevemos a dar el salto a concebir todas las nacionalidades como un mismo grupo de personas que comparten el planeta tierra y su destino, aunque en pocas épocas de la humanidad se ha tenido una sensación de cooperación internacional tan fuerte como la que vivimos hoy en día. Un modo de vida en perpetuo desplazamiento por diferentes países invita a trascender la división geopolítica inherente a las ciudadanías nacionales de los estados y países soberanos. Al negarse a aceptar la identidad patriótica dictada por los gobiernos nacionales según su lugar de nacimiento y afirmarse cada uno como representante de sí mismo, los cosmopolitas afirman su independencia como ciudadanos del mundo.

Este modo de vida en perpetuo desplazamiento provoca una nueva concepción patrimonial y laboral. Los beneficios económicos adquiridos mediante el trabajo no se emplean en adquirir bienes inmuebles que no harían sino enraizar más al individuo al territorio, sino que se emplean en permanecer en movimiento. El dinero es el combustible que exige la ciencia estado al neonómada para estar en perpetuo desplazamiento, a través del cual se adquieren ciertas herramientas que permiten mantener este modo de vida que dilata el margen de la legalidad.

El avance del medio digital y el crecimiento exponencial de las nuevas tecnologías de la comunicación, ayudan a mantener este modo de vida. Establecer un negocio a través de la red y disfrutar de sus beneficios desde cualquier punto del planeta, mantenerse conectado con los lugares que se dejan atrás, acceder a los activos desde cualquier ordenador del planeta o realizar los trámites y gestiones necesarios a través de internet, permiten mantener un modo de vida en perpetuo desplazamiento por el mundo ([6]).

Este modo de vida neonómada implica una arquitectura flotante en las ciudades del siglo XXI. Una condición flotante que brinda la posibilidad de enraizarse al territorio pero de un modo reversible, pudiendo desenraizarse a voluntad sin que existan grandes impedimentos físicos o legales, y sin dejar por ello de sentirse ciudadanos legítimos de esas ciudades, considerando el territorio que habitan temporalmente como propio.

Para lograrlo es necesario transformar la idea preconcebida de lo que entendemos por alquiler de un bien inmueble. La gran mayoría de la población concibe que las personas que residen en un piso de alquiler lo hacen de manera transitoria, a la que renunciarán cuando puedan comprar una vivienda propia. Sin embargo, cada vez más individuos contemplan el alquiler de una vivienda como un modelo habitable satisfactorio para toda su vida, ya que son conscientes de que la movilidad forma parte de sus vidas, y tendrán que desplazarse varias veces a otros territorios, donde no residirán de manera permanente, sino flotante, durante un largo periodo.

Sin embargo, la gran mayoría de las ciudades actuales han sido concebidas mediante el modelo urbanístico desarrollado durante el siglo XX, que poseía un marcado componente sedentarizante. Estas ciudades han sido proyectadas en base al principio de la-pared-que-mira-hacia-dentro, por la cual gran parte de la arquitectura desarrollada durante el siglo XX establece una frontera unidireccional en la fachada de los edificios, separando el espacio privado del espacio público. La existencia de estas fronteras urbanas ha reducido la ciudad a una suma de espacios privados, clasificados según el terreno en el que se encuentra, y unidos por un continuo espacio público que queda limitado a un lugar de tránsito entre dos puntos. Cada individuo posee una concepción de la ciudad, en función de donde se sitúe su bien raíz, su vivienda. El resto de espacios exteriores se distribuyen en forma de hitos -el lugar de trabajo, el de consumo, el de ocio, etc- en relación a la vivienda inmóvil.

Esta concepción de la ciudad ha provocado que en el desplazamiento dentro del espacio urbano se haya sobredimensionado significativamente la llegada al objetivo. Disfrutar del trayecto se ha convertido en estas ciudades en un tema insignificante, un mal necesario para llegar a nuestro objetivo-hito. Y es que las ciudades  sedentarizantes potencian la optimización del espacio-tiempo al máximo, tratando de que los trayectos sean lo más cortos, temporal y espacialmente, como sea posible, para que el individuo no ‘pierda’ tiempo en su meta por alcanzar un objetivo concreto.

Estos modelos urbanísticos y arquitectónicos caerán inevitablemente en una creciente obsolescencia, ya que son incapaces de satisfacer las necesidades básicas de los neonómadas urbanos que adoptan un modo de vida en perpetuo desplazamiento por el mundo, y por el que optarán, por decisión propia o por necesidad, cada vez más individuos durante el transcurso del siglo XXI, pudiendo resultar a finales de siglo un modelo de vida más común que el sedentario. Los individuos en perpetuo desplazamiento no le demandan a la arquitectura un componente de inmovilidad eterno, por lo que el concepto de ‘bienes inmuebles’ resulta contraproducente para adoptar esta filosofía de vida. El neonómada opta por habitar tan solo el umbral de la arquitectura de éstas ciudades, convirtiéndose en los moradores de los um­brales contemporáneos. Está dinámica provoca la dila­tación espacial de éstos umbrales, que dejan de ser entre-lugares para convertirse en espacios habitables carga­dos de potencialidad.

Sin embargo adoptar este modo de vida y dilatar la frontera de la legalidad no está únicamente cargado de beneficios, también conlleva consecuencias que pueden resultar desestabilizantes para el individuo. Estamos entrando en una era en la que la sociedad está adquiriendo una condición líquida, que no se fija al espacio ni se ata al tiempo. Los fluidos están en constante movimiento, dispuestos a cambiar su apariencia, por lo que es más importante el flujo del tiempo que el espacio que puedan ocupar, ya que este lo llenan durante un tiempo concreto. El sociólogo y ensayista Zygmunt  Bauman utiliza la metáfora de la liquidez como medio flexible, voluble (en oposición a una sociedad sólida, estable), que intenta dar cuenta de la precariedad de las relaciones humanas en una sociedad marcadamente individualista ([7]). En la sociedad líquida los vínculos humanos son transitorios y volátiles y están dominados por un fuerte carácter individualista y privatizado.

El paso de la fase sólida a la fase líquida de la modernidad se caracteriza por un proceso de continua ambivalencia que afecta a todos los ámbitos de la vida (el trabajo, las relaciones personales, los bienes materiales, las leyes, la propia identidad, etc.). Este proceso, que en principio se encuentra orientado a lograr un mayor grado de libertad, provoca al mismo tiempo, una creciente inseguridad y ansiedad, al concebir nuestras vidas como resultado de la incertidumbre que tal emancipación genera. Estas consecuencias conllevan que el individuo tenga que portar sobre sus propios hombros el peso de una responsabilidad que en la fase sólida de la modernidad se repartía entre la sociedad colectivamente.

El perpetuo desplazamiento provoca una cultura del desarraigo, una celebración de lo efímero, ya que aferrarse demasiado al territorio no es conveniente cuando este debe desterritorializarse y reterritorializarse contantemente. Los compromisos inquebrantables que representan los bienes raíces son contraproducentes, siendo el reciclado, el descarte y el reemplazo, y no la durabilidad, las verdaderas cualidades de los bienes actuales. Esta nueva concepción exige a los neonómadas flexibilidad, fragmentación y transformación de los intereses y afectos.

Para adoptar un modo de vida en perpetuo desplazamiento se debe estar siempre preparado para cambiar de tácticas y abandonar compromisos o lealtades, lo que genera cierto temor a establecer relaciones duraderas y conlleva una fragilidad de los vínculos humanos. Los habitantes de la sociedad líquida se sienten fácilmente descartables, sintiendo el irreemplazable vacío de la seguridad de la unión con la que puedan contar en los malos momentos. Sin embargo, desconfían constantemente de las ataduras, especialmente de las que implican un componente de duración indeterminado, ya que temen que ese Estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan.

La identidad se ha convertido en un concepto completamente ambiguo, siendo la transformación de la propia identidad una tarea y responsabilidad del individuo, debiendo adoptar por tanto, una identidad flexible y versátil, que permita hacer frente a las diferentes mutaciones que deberá experimentar a lo largo de su vida ([8]). La identidad se convierte un proyecto, en un objetivo, el cual hay que inventar en lugar de descubrir, eligiendo de entre las máscaras de sobrevivencia disponibles, lo que nos hace dudar de nuestra verdadera identidad constantemente, buscándola entre ese amasijo de identidades enmascaradas. Sin embargo, esta identidad escurridiza nos hace cada vez más dependientes del otro, y es ahí donde se encuentra la esperanza de crear condiciones de crecimientos en términos de humanidad.

Por lo general, la posibilidad de encontrar su centro, su identidad original, es mayor conforme más cerca nos encontramos de nuestro lugar matricial, del espacio original, que provoca una ambivalencia de sentimientos en el neonómada. Por un lado es un lugar al que regresar, aunque lleve mucho tiempo lejos del lugar original, el neonómada es consciente de que hay un lugar al que puede retornar. Este lugar original despierta un sentimiento de nostalgia, que lo incita a regresar cada cierto tiempo a su lugar matricial. Pero por otro lado, este lugar original, despierta en él una especie de asfixia, de claustrofobia, sintiendo de nuevo la pulsión migratoria que lo incita a ponerse de nuevo en movimiento.

La “ex-istencia”, la necesidad de estar (sistere) fuera (ex), de partir del lugar en el que estamos asentados para confrontarlo con el mundo, genera esta dualidad en el neonómada, el cual se encuentra dividido entre la nostalgia del hogar, con todo lo que tiene de reconfortante v matricial, y con todo lo que tiene también de apremiante y asfixiante, y la atracción por la vida aventurera y libre, la dilatación legal, lo indefinido y lo desconocido que le ofrece el perpetuo desplazamiento.

 

 

[1] _ En el ámbito financiero se utiliza el término  ‘offshore’,  metafóricamente,  para referirse a describir cualquier    actividad económica  que se realiza fuera del propio país de residencia.

2 _ Los pilares básicos para distribuir la vida y las recomendaciones para la elección de cada territorio se han adaptado y actualizado del libro de W.G. Hill,  «Perpetual Traveler», (1989).

[3]_  Deleuze& Guattari, “Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia”, (2002).

[4] _ Informe sobreDesarrollo Humano 2009. Superando barreras:Movilidad y desarrollo humanos (Cuadro 2.3).   Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

[5] _ (Augé; “Los no-lugares. Espacios del anonimato”,  2000).

[6] _ (Ferris, «The 4-Hour Workweek», 2007).

[7] _ (Bauman,  “Modernidad Líquida”,  2002)

[8] _ (Bauman,  “Identidad”,  2005)

 

 

PROYECTO DE EJECUCIÓN

Para conocer los problemas fronterizos, territoriales y legales que deberá afrontar un individuo para convertirse en neonómada y vivir en perpetuo desplazamiento, se ha realizado un ‘Proyecto de Ejecución’ de un caso genérico, recopilando una información de gran utilidad sobre los territorios más convenientes para que una persona pueda repartir su vida en cinco territorios diferentes

( http://lledoo.wix.com/beperpetualtraveler ), así como una cartografía que muestra las relaciones entre los mismos.

 

1_ Nacionalidad: Se han descartado los países miembros de la OCDE así como los candidatos a adherirse por ejercer un excesivo control sobre sus ciudadanos. Se descartan también los países que no admiten poseer la doble nacionalidad y los países cuyo pasaporte abrirá menos de 50 fronteras sin necesidad de visado.

Arquitectura Neonómada

 

Se recomienda la ciudadanía salvadoreña como segunda nacionalidad por la corta estancia necesaria para obtenerla para los ciudadanos españoles y iberoamericanos (1 año), y por el elevado número de fronteras que abre su pasaporte sin necesidad de visado (111).

 

 

2_ Domicilio: Para establecer los países óptimos para establecer el domicilio se descartan los que cobran más de un 10 % de impuestos sobre los bienes inmuebles, quedando una lista de 23 países.

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Se recomienda Paraguay como estado para implantar el domicilio legal por los bajos precios de mercado de los bienes raíces y sus políticas de bajos impuestos sobre bienes inmuebles (0’5 – 1 %).

 

3_ Negocio: Para determinar los mejores países para establecer el servidor que albergue el negocio  web, se han descartado los países que censuren, espíen o monitoricen el contenido web, así como los que cobren más de un 15% de impuestos sobre sociedades y los países que no posean una buena conexión, quedando una lista de 19 países.

Arquitectura neonómada

El país más recomendable para albergar el servidor del negocio es Lituania, por su política de impuestos sobre sociedades (5 % para microempresas de menos de 10 empleados) y sus óptimas instalaciones de servidores, velocidad y regulación de la red.

 

4_ Activos: Para establecer los mejores países para depositar los activos se han descartado los que cobren más de un 10 % de impuestos personales, quedando una lista de 20 países.

Arquitectura neonómada

Se ha elegido a St. Vincent & the Grenadines, por la ausencia de impuesto bancario, por no tener que depositar una cantidad mínima para abrir una cuenta, ni de mantener un saldo mínimo, por la no obligación de presentar periódicamente ningún informe y por la posibilidad de no estar presente en el país para abrir una cuenta.

 

5_ Ocio: La elección de los países para para vivir no se ha realizado ninguna selección, ya que su elección dependerá de las preferencias del neonómada y de sus nacionalidades. Para realizar la cartografía se han elegido Malasia, Filipinas y Brunei, como países para vivir, por la posibilidad de permanecer entre 30 y 60 días en cada país sin necesidad de visa, por su clima y por la cercanía territorial entre ambos, pudiendo cruzar de uno a otro sin necesidad de atravesar otros países.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

_ Augé, M. (2000).Los no-lugares. Espacios del anonimato».  Barcelona:  Gedisa,

_ Bauman, Z. (2002 ).“Modernidad Líquida«. Madrid: Fondo de Cultura Económica

_ Bauman, Z. (2007). Vida de consumo».  Madrid: Fondo de Cultura Económica

_ Bauman, Z. (2005). “Identidad«.  Losada

_ Borja, J.,  Castells, M. (1997).Local y global: la gestión de las ciudades en la era de la información”. Taurus.

_ Careri, F. (2002). «Walkscapes, El andar como práctica estética».  Gustavo Gili

_ Castells, M. (2005)“La era de la información: economía, sociedad y cultura. Vol. I: La sociedad red». Madrid Alianza

_ Castells, M. (2004) “La Cuestión Urbana”. Ciudad México:  Siglo XXI

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_ Deleuze, G. Y Guattarí, F. (2002) “Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia”. Valencia: Pre-textos.

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_ Hill, W.G. (1989). “Perpetual Traveler”. Scope International edicions.